FECUNDACIÓN IN VITRO (FIV): guía esencial
La fecundación in vitro (FIV) es un tratamiento de reproducción asistida en el que los óvulos de una mujer se fecundan con el esperma de un hombre en un laboratorio. Luego, los embriones resultantes se transfieren al útero de la mujer para que puedan desarrollarse.

¿QUÉ ES UNA FIV?
La fecundación in vitro (FIV) es una técnica de reproducción asistida que consiste en unir los óvulos y los espermatozoides en el laboratorio para obtener embriones que se transfieren al útero de la mujer. Es una de las opciones más efectivas para tratar la infertilidad, ya que permite superar muchos de los obstáculos que impiden la concepción natural.
La FIV se diferencia de otras técnicas de reproducción asistida, como la inseminación artificial, en que la fecundación se produce fuera del cuerpo de la mujer, y no dentro de sus trompas de Falopio. Esto permite seleccionar los mejores embriones y evitar posibles problemas de transporte o implantación.
La fecundación in vitro se puede realizar con los propios óvulos y espermatozoides de la pareja, o con gametos procedentes de donantes anónimos.
¿Cómo se realiza la fecundación in vitro?
Estimulación ovárica
Se administran medicamentos hormonales para estimular el crecimiento de varios folículos en los ovarios, que contienen los óvulos. Se realiza un seguimiento ecográfico y analítico para controlar la respuesta y determinar el momento óptimo para la extracción de los óvulos.
La estimulación ovárica tiene como objetivo aumentar las posibilidades de obtener un número suficiente de óvulos para realizar la FIV. En un ciclo natural, solo se desarrolla un folículo por mes, mientras que con la estimulación se pueden obtener entre 8 y 15 óvulos. La duración y la dosis de la estimulación dependen de la edad de la mujer, de su reserva ovárica y de su respuesta individual.
Punción folicular
Se realiza una pequeña intervención quirúrgica, bajo sedación, para aspirar los folículos y obtener los óvulos. El procedimiento dura unos 15-20 minutos y requiere un breve reposo posterior.
La punción folicular se realiza mediante una aguja fina que se introduce por la vagina y se dirige hacia los ovarios, guiada por una ecografía. Se aspiran los líquidos que contienen los óvulos y se envían al laboratorio. La recuperación es rápida y no suele haber complicaciones, salvo algún sangrado leve o molestias abdominales.
Captación de espermatozoides

El día de la punción, el hombre debe aportar una muestra de semen, que se procesa en el laboratorio para seleccionar los espermatozoides de mejor calidad. En algunos casos, se puede recurrir a una biopsia testicular o a una donación de semen.
La captación de espermatozoides se realiza mediante una masturbación o una eyaculación provocada, después de unos días de abstinencia sexual. La muestra se analiza y se somete a un proceso de capacitación, que consiste en eliminar el plasma seminal y los espermatozoides muertos o inmóviles, y concentrar los más aptos para la fecundación. Si el hombre tiene problemas para obtener o aportar la muestra, o si su calidad espermática es muy baja, se puede realizar una biopsia testicular para extraer los espermatozoides directamente del tejido testicular, o recurrir a un banco de semen.
Fecundación

Se ponen en contacto los óvulos y los espermatozoides en el laboratorio, mediante dos técnicas posibles: la fecundación convencional, que consiste en dejarlos juntos en un medio de cultivo, o la microinyección intracitoplasmática (ICSI), que consiste en introducir un espermatozoide dentro de cada óvulo. Al día siguiente, se comprueba si se ha producido la fecundación y se observa la evolución de los embriones.
La fecundación convencional se utiliza cuando la calidad de los óvulos y los espermatozoides es buena, y se deja que la naturaleza siga su curso. Se colocan unos 50.000 espermatozoides por cada óvulo, y se espera a que uno de ellos penetre en el citoplasma del óvulo y se fusione con su núcleo. La microinyección intracitoplasmática (ICSI) se utiliza cuando la calidad de los óvulos o los espermatozoides es baja, o cuando hay problemas de fecundación previos. Se trata de una técnica más precisa y compleja, que requiere un microscopio especial y una micropipeta, con la que se introduce un solo espermatozoide en cada óvulo. Al día siguiente de la fecundación, se observa si los óvulos han dado lugar a embriones, que se clasifican según su número de células y su grado de fragmentación.
Cultivo y selección de embriones

Los embriones se mantienen en el laboratorio durante unos días, en unas condiciones óptimas de temperatura, humedad y nutrientes. Se evalúa su calidad y se seleccionan los más aptos para la transferencia. En algunos casos, se puede realizar un diagnóstico genético preimplantacional (DGP) para descartar anomalías cromosómicas.
El cultivo de embriones puede durar entre dos y seis días, dependiendo del número y la calidad de los embriones, y del criterio del embriólogo. Durante este tiempo, se observa la división celular y el desarrollo embrionario, y se seleccionan los embriones que presentan un mayor potencial de implantación. El DGP es una técnica que permite analizar el ADN de los embriones y detectar posibles alteraciones cromosómicas, que pueden causar abortos o enfermedades genéticas. El DGP se realiza en el tercer o quinto día de cultivo, y requiere una biopsia de una o varias células del embrión. El DGP está indicado para parejas con antecedentes de abortos de repetición, enfermedades genéticas hereditarias, fallos de implantación o edad materna avanzada.
Transferencia de embriones

Se introduce una cánula por la vagina y el cuello uterino, y se depositan los embriones seleccionados en el interior del útero. El número de embriones transferidos depende de la edad de la mujer, la calidad de los embriones y la legislación vigente. El procedimiento es indoloro y no requiere anestesia.
La transferencia de embriones es el momento más esperado y emocionante del proceso de fecundación in vitro, ya que es cuando los embriones llegan a su destino final: el útero materno. La transferencia se realiza con una cánula fina y flexible, que se introduce por la vagina y el cuello uterino, y que lleva los embriones en una gota de líquido. Con la ayuda de una ecografía, se depositan los embriones en el lugar más adecuado del útero, normalmente en la parte superior y central. El número de embriones transferidos varía según la legislación de cada país, pero en general se recomienda no transferir más de dos o tres, para evitar los riesgos de un embarazo múltiple. La transferencia de embriones no duele ni requiere anestesia, aunque se puede administrar un sedante si la mujer lo desea. Después de la transferencia, se recomienda reposo relativo durante unas horas, y luego reanudar la vida normal, evitando los esfuerzos físicos intensos y las relaciones sexuales.
Soporte de la fase lútea

Se administran medicamentos hormonales para favorecer la implantación de los embriones y el mantenimiento del embarazo. Se recomienda llevar una vida normal, evitando los esfuerzos físicos intensos y las relaciones sexuales.
El soporte de la fase lútea consiste en la administración de progesterona, una hormona que prepara el endometrio para la implantación de los embriones y que evita que se produzca la menstruación. La progesterona se puede administrar por vía oral, vaginal o intramuscular, según la prescripción médica. El soporte de la fase lútea se mantiene hasta que se realiza el test de embarazo, y si este es positivo, se continúa hasta la semana 10-12 de gestación, cuando la placenta asume la función hormonal. Durante esta etapa, se recomienda llevar una vida normal, sin exponerse a situaciones de estrés o riesgo, y evitar los esfuerzos físicos intensos y las relaciones sexuales, que podrían provocar contracciones uterinas o sangrados.
Test de embarazo

Se realiza una prueba de sangre para medir la hormona beta-hCG, que indica si se ha producido el embarazo. Se realiza unos 12-14 días después de la transferencia. Si el resultado es positivo, se confirma con una ecografía unas dos semanas después.
El test de embarazo es el último paso del proceso de FIV, y el más esperado por los pacientes. Se trata de una prueba de sangre que mide la concentración de la hormona beta-hCG, que es la que produce el embrión una vez implantado en el útero. El test de embarazo se realiza unos 12-14 días después de la transferencia, y se considera positivo cuando el nivel de beta-hCG supera las 50 unidades. Si el test es positivo, se confirma el embarazo con una ecografía transvaginal unas dos semanas después, en la que se puede ver el saco gestacional, el embrión y su latido. Si el test es negativo, se suspende el soporte de la fase lútea y se espera a que se produzca la menstruación. En este caso, se recomienda consultar con el médico para valorar las posibles causas del fracaso y las opciones para un nuevo intento.
¿Para quién está indicada la FIV?
La FIV está indicada para tratar diferentes causas de infertilidad, tanto masculinas como femeninas. Algunas de las más frecuentes son:

Obstrucción o daño de las trompas de Falopio
Las trompas de Falopio son los conductos que comunican los ovarios con el útero, y por los que deben pasar los óvulos y los espermatozoides para que se produzca la fecundación. Cuando las trompas están obstruidas o dañadas, el encuentro entre los gametos es imposible, y la única solución es la FIV. Las causas más comunes de la obstrucción o el daño tubárico son las infecciones pélvicas, las cirugías previas, la endometriosis o las adherencias.

Endometriosis
La endometriosis es una enfermedad que se produce cuando el tejido que recubre el interior del útero, el endometrio, crece fuera de su lugar, afectando a los ovarios, las trompas, el intestino o la vejiga. La endometriosis puede causar dolor, inflamación, sangrados, quistes y adherencias, que dificultan la ovulación, la fecundación y la implantación. Abordar la relación entre endometriosis y FIV desde una perspectiva integral puede ayudar a las mujeres con endometriosis a llegar al embarazo.

Alteraciones de la ovulación o de la reserva ovárica
Las alteraciones de la ovulación o de la reserva ovárica son problemas que afectan a la cantidad y la calidad de los óvulos de la mujer, y que reducen sus posibilidades de embarazo. Estas alteraciones pueden deberse a factores genéticos.
Otras causas
- Factor masculino severo (baja cantidad o calidad de espermatozoides).
- Infertilidad de origen desconocido.
- Fallos previos de otras técnicas de reproducción asistida.
- Enfermedades genéticas que requieren un DGP.

¿Cuáles son las tasas de la FIV?
Las tasas de éxito de la fecundación in vitro dependen de muchos factores, como la edad de la mujer, la calidad de los óvulos y los espermatozoides, la causa de la infertilidad, el número y la calidad de los embriones transferidos, el tipo de técnica utilizada, el estado del útero y el estilo de vida de los pacientes.
Según los datos del Registro Nacional de Actividad de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), la tasa de embarazo por ciclo iniciado de FIV fue del 26,9% en el año 2018. La tasa de embarazo por transferencia de embriones fue del 34,3%. Estas tasas varían según el grupo de edad de la mujer, siendo más altas en las menores de 35 años (41,1%) y más bajas en las mayores de 44 años (5,8%).
Es importante tener en cuenta que el embarazo no siempre se traduce en un bebé en casa, ya que existe el riesgo de aborto espontáneo, que aumenta con la edad materna. Según el mismo registro, la tasa de parto por ciclo iniciado de FIV fue del 20,5% en el año 2018. La tasa de parto por transferencia de embriones fue del 26,1%. Estas tasas también varían según el grupo de edad de la mujer, siendo más altas en las menores de 35 años (31,4%) y más bajas en las mayores de 44 años (3,4%).
¿Qué consejos prácticos puedo seguir para mejorar mis posibilidades de éxito con la fecundación in vitro?
Además de seguir las indicaciones de tu médico y tu equipo de reproducción asistida, hay algunas medidas que puedes tomar para aumentar tus probabilidades de lograr un embarazo con la fecundación in vitro. Algunas de ellas son:
- Llevar una alimentación equilibrada y variada, rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos, pescado y carne magra. Evitar el consumo excesivo de grasas saturadas, azúcares refinados, sal y alimentos procesados.
- Mantener un peso adecuado, ni demasiado bajo ni demasiado alto. El índice de masa corporal (IMC) ideal para la fertilidad se sitúa entre 18,5 y 25. Tanto la obesidad como la delgadez extrema pueden alterar el equilibrio hormonal y dificultar la ovulación y la implantación.
- Realizar ejercicio físico moderado y regular, adaptado a tu condición física y a tu etapa del tratamiento. El ejercicio ayuda a mejorar el estado de ánimo, el estrés, la circulación sanguínea y el metabolismo. Sin embargo, el exceso de ejercicio puede ser perjudicial para la fertilidad, especialmente si provoca una pérdida de peso excesiva o un desajuste hormonal.
- Evitar el consumo de tabaco, alcohol, drogas y cafeína, ya que pueden afectar negativamente a la calidad de los óvulos y los espermatozoides, así como a la implantación y el desarrollo embrionario. Se recomienda dejar de fumar al menos tres meses antes de iniciar el tratamiento de fecundación in vitro, y limitar el consumo de alcohol y cafeína a una o dos unidades al día.
- Cuidar la salud emocional, buscando apoyo profesional, familiar o social si se siente ansiedad, depresión, miedo o frustración. La FIV es un proceso que implica un gran desgaste emocional, y es normal experimentar altibajos y cambios de humor. Es importante expresar los sentimientos, buscar actividades que generen bienestar y relajación, y evitar las situaciones de estrés y conflicto.
- Informarse adecuadamente sobre el tratamiento, sus riesgos y sus beneficios, y resolver todas las dudas con el médico y el equipo de reproducción asistida. La fecundación in vitro es una técnica compleja que requiere una buena comunicación y confianza entre el paciente y el profesional. Es importante entender el proceso, los pasos, los resultados y las opciones disponibles, para tomar decisiones informadas y realistas.